lagrimas

Lágrimas

Aquellos que me conocen bien, saben que soy una mujer de lágrimas, me emociono fácilmente ante situaciones de alegría, pero también de dolor. Dios me creo con esa sensibilidad que pienso que me caracteriza. 

Este último año ha sido de muchas lágrimas. Lágrimas de profunda tristeza; lágrimas de frustración por no poder cambiar las cosas; lágrimas de dolor, un dolor profundo que ha dejado una huella imborrable en mí; lágrimas por echar menos; lágrimas por no entender; lágrimas por querer saber; lágrimas y más lágrimas.

En medio de estas lágrimas la fe ha estado presente, Cristo ha estado presente y sus promesas ciertas, las cuales nos sostienen, han estado presentes.

Hace unas noches me derrumbé profundamente y mis lágrimas corrían por todo mi rostro afligido. Nuestra segunda hija, Nara, la hermanita de Ariana, cogió un pañuelo de papel se acercó a mí, me sacó las gafas y se puso a secar mis lágrimas, y dijo: “Mamá estoy secando tus lágrimas”. Fue un gesto lleno de amor y de ternura que inmediatamente me hizo recordar un texto en la Biblia, una promesa llena esperanza que un día será consumada. Mientras escribo estas sencillas y torpes palabras recuerdo que:

“Él (Dios mismo) enjugará toda lágrima de sus (nuestros) ojos …” Apocalipsis 21:4

Llevo días pensando en este texto, hoy ha estado en mi mente constantemente, ya que se cumplen justo 4 años que nuestra preciosa hija Ariana salía del hospital: después de más de 20 días muy duros debatiéndose entre la vida y la muerte, Dios le permitía seguir con nosotros esa vez y hoy agradezco ese tiempo más que tuvimos, pero también lloro por no tenerla aquí ahora. 

Hoy también se cumplen justamente 4 años de que mi pequeña sobrina Cesia fue llevada al cielo con Jesús. El mismo día que Ariana regresaba del hospital a su casa, nuestra sobrina partía a una mejor “casa”, con el Señor Jesús.

Hoy lloro con sus padres por la ausencia de nuestras hijas.  2 años y medio después Ariana está en una mejor “casa” y de nuevo, este texto golpea mi mente y me recuerda que esto es temporal y que va a llegar ese día en que nos volveremos a reunir, ese día en el que ya no habrá más lágrimas, porque Dios mismo las va a secar y quitar para siempre.

Ese día estaremos junto a aquellos que han llegado primero al cielo, será en un futuro eterno que Dios ha preparado para aquellos que le aman, para aquellos que han puesto su fe en Jesús, que se han arrepentido de sus pecados y han creído en él como Señor y Salvador, ¡que esperanza saber que vamos a estar ahí!, que vamos a ver nuestras lágrimas enjugadas y mucho más que no podemos imaginar. 

En esta morada seguirá habiendo lágrimas, pero anhelamos esa morada celestial y las promesas fieles y verdaderas de nuestro Dios y ese momento en el que:

 “Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado. Y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas. También me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tiene sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo”

Apocalipsis 21:1-7